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Una mirada al Afganistán más allá de 2014

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La violencia militante ha aumentado en Afganistán desde el inicio de la ofensiva anual de primavera de los talibanes a principios de mayo de 2012.

Para que conste, sólo en el mes de junio se registró el mayor número de ataques en casi dos años, con más de 100 ataques por día en todo el país.

El 7 de agosto de 2012, siete civiles afganos murieron y otros ocho resultaron heridos cuando un ataque con bomba colocada al borde de una carretera tuvo como objetivo un autobús en Balasan-e Khaldari en Paghman, cerca de Kabul. Atacar vehículos de pasajeros es un hecho bastante raro en Kabul y sus alrededores, aunque es más común en otras partes de Afganistán.

El 6 de agosto, una mina colocada en un burro detonó en Charsada, un distrito de la provincia central de Ghor, matando a su jefe de policía y a otras tres personas. Ghor apenas es testigo de violencia militante. Estos dos acontecimientos envían un sombrío recordatorio: que ninguna parte de Afganistán es inmune a la violencia militante, que se manifiesta a través de ataques suicidas, atentados con bombas en las carreteras, redadas sorpresa y artefactos explosivos improvisados ​​y cosas similares.

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